lunes, 27 de febrero de 2017

Lucerna

Tenue luz que entra y recae
desde la claraboya hasta la mesita
blanca del salón.
Leve, delicada brisa que zarandea

nuestro pelo oscilando el aire
como las olas en el mar;
la sequedad salina de unos labios
tras huir de ese mar.

La luna, que titila en unos ojos
diáfanos, ahogada en lágrimas de
agua dulce donde nadan peces de colores.

Rayos que parten árboles como si
fuesen miradas, que no estacan arboledas, sino almas;
donde en lo natural también radica lo bello.

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