domingo, 5 de febrero de 2017

Almas hidrófanas

Me diste más de una razón para marcharme;
cerrar tu puerta tras de mí y
huir bajando tus escaleras
que ahora sentirían la desazón de mis pies
sobre el yeso enmohecido
(ya húmedo pero no por mis lágrimas sino
por las de alguien que sí te quiso)
y yo sí que te amaba y por eso no lloro
y por eso no rompo los escalones
bajo mi paso insepulto 
(mis intenciones amatorias fueron siempre
subrepticias)
yo te decía: "te quiero como la p a la q cuando
se encuentran de paseo"
pero para ti era inaceptable porque
pensabas que cada una seguiría su camino
(al andar)
y que la u maltrataría a la q al llegar
a casa y la p solo podría acabarse su petaca
de vino y dormir largo rato, abatida
(éramos el sol y la luna porque
yo te soñaba de día mientras que tú
lo hacías de noche)
tenía solo una oportunidad para corroer
el pomo de tu puerta e incluso Hilas
le hubiera dicho que no a tu mirada de ondina
meliflua, pero en ese momento
tú fuiste Artemisa y le quisiste regalar
a este impertinente Acteón un
diente de león mientras guillotinabas
con el pestañeo de tus ojos pardos
todos los motivos por los que ejecutar mi marcha;
cerrose el portón y al girarme
(incluso siendo el gran bobo como yo solo
podía ser)
nos encontramos.


Hilas y las Ninfas, John William Waterhouse



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