domingo, 28 de mayo de 2017

La logomaquia

No comprendo cómo puedo pasarme horas para leer una simple frase. Mi corazón de piedra, devorado por la hiedra, se pudre. Que tiendan mi cuerpo como alhelíes blancos a la vera del Mediterráneo. Encontraréis el significado de mis palabras en un ditirambo, escrito en un papiro escondido en la independencia de un sueño que vive, que sueña. Este es el episodio primero de La logomaquia, donde las palabras emprenderán una guerra con [...]

Encontré este fragmento enterrado en un jardín abandonado, en un château perdido por un bosque francés. Helena y yo decidimos iniciar una expedición fomentada inicialmente por el aburrimiento ineludible de dos jóvenes estudiantes en verano. Ella estudia Antropología, y yo estoy acabando la carrera de Historia. No hemos sido personas muy dadas a perdernos en lugares que, desde un inicio, desconocemos , ya que ni somos francesas ni tenemos siquiera un mapa que nos oriente, pero esa vez creímos que ahí residía el punto interesante de la aventura. Helena y yo siempre hemos coincidido en nuestro gusto por las letras, en especial por las que nacieron en el Romanticismo, y salimos en la búsqueda de ("oh, qué romántico", quisiera que exclamase el lector) esa naturaleza ideal y de leer algunos versos que sin duda fueron proyecto de un suicidio anunciado (ah, qué romántico). 
   No quisiera engañarles, pero realmente llevábamos ya una semana viviendo en Francia, además, la familia de Helena tiene raíces francesas, así que ella se defiende muy bien con la lengua vernácula. El asunto es que ninguna de las dos éramos capaces de soportar el tedio circundante metropolitano, y el excusez-moi, madame que se escuchaba a cada hora de la tarde. La guerra del ser humano contra el hastío que nos consume en los días de hoy sigue siendo una lucha diligente, pero no hay que bajar la guardia todavía.
Volvamos al inicio de la historia: el fragmento desenterrado, ¿de dónde salió? Ya hemos mencionado que su origen era el jardín abandonado, pero ¿qué es lo que ocultaba? Helena, junto a un diccionario y su pequeño bloc de notas, logró transcribir el texto inacabado. Según pude comprobar, el papiro tenía un origen egipcio, alrededor del siglo IV antes de Cristo. Aparte, el griego antiguo nos llevó a conjurar una hipótesis no muy descabellada: quizá era un escrito perdido de alguna escuela en la antigua Alejandría. El pergamino estaba resquebrajado por la parte inferior, donde seguramente estaba inscrito el nombre. Lo que aún no nos explicamos es el porqué de su lugar de descanso. Supusimos que algún escolástico francés quiso deshacerse de él escondiéndolo, aunque a su vez apreciándolo, pues el cofre que lo salvaguardaba logró resistir el peso de miles de años sin ser abierto. 

[...] ahí se encuentran nuestras almas, perdidas en el tiempo! Nada más lejos, esto no es ningún logogrifo como el de aquellos filósofos que aseguran que "todo fluye". No, todo se bifurca en el tiempo. El mundo original es el mundo de los sueños. Y si «el sueño de una sombra es el hombre», entonces eso nos honra, porque nos hace reales. Las palabras nunca revelaron lo que se ve, sino lo que se [...]

En el reverso del pergamino logramos traducir (costosamente, todo hay que decirlo) este pequeño extracto. Hubo un momento en que debido a la pasión con que estaba escrito todo, Helena se alteró y no dejó de hacerse preguntas ¿qué quiere decir quien haya escrito esto? ¿Qué es "La logomaquia"? ¿Qué son estas manchas carmesí? ¿Qué hemos de hacer? Dímelo, agárrame las manos, agárrame y no me sueltes. ¿Qué estamos leyendo?
Después de que se calmara, le respondí: las cartas siempre se escriben con sangre, Helena. Nos miramos y dejamos el escrito donde estaba, quién nos mandaría a ir buscando minerales. Durante el trayecto en el coche tuvimos una conversación. Sin hablar, claro, todo fue un proceso mental. Estoy convencida de que Helena y yo debatimos en ese coche, y llegamos a la misma conclusión: las cartas se escriben con sangre. Nada de puños ni de letras. Sangre y, si es necesario, lágrimas. Algo me dice que también discutimos acerca de la influencia del Romanticismo en los siglos que le precedieron, y que quizá este tipo de ideal haya sido desde los primeros momentos inmanente en el ser humano. De lo que sí estoy segura es que la perturbación del tiempo, el paso de los años y el peso de los tiempos pasados, han sido los temas primerizos que asolaron a las personas desde sus albores.
   La noche del mismo día dormimos juntas. Ella soñaba y yo pensaba. Sabía que era incapaz de meterme en su sueño, pero lo intentaba. Si el mundo real es el mundo de nuestros sueños, quisiera crear juntas nuestro propio mundo onírico. 



Soñemos, Helena, soñemos. Aseguremos nuestra existencia. Procura no estar insomne.


'Séléné', Albert Aublet