existe un tiempo metacrónico donde nuestros recuerdos
se hilvanan entre sí, figuras rígidas
y laxas que se besan acordándose de nosotros;
acordándose del verde y del rojo y de las flores amarillas
de nuestro vestido, de aquello que nos hizo
invisibles para el reloj y las horas y la arena que
cae,
en una línea distendida
o en una cuerda floja donde el tiempo
se balancea,
y ocurre que observo mi
reflejo en un agua oscura
temblando (de frío)
y ahí donde miro estás tú
La fragua de Vulcano, Velázquez |
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