sábado, 11 de marzo de 2017

Dreri andaluz

Mi alma nació el siete de marzo.
Vi de sus ojos brotar flores amarillas y
mientras los míos brillaban como el cuarzo;
no hay metáforas gongorinas
ni Romanceros gitanos
que describan, quizá, su pestañeo
como vuelo de golondrinas celúreas;
su voz, quizá, como el canto
de un flamenco bañándose
en un mar rosado;
ningún verso de un maldito poeta
contó que su mirada alunada
reverbera en corazones 
llenándolos de música.

Ningún poeta pudo llegar a ser sincero
en versos que escribieron en noches tristes.
No existieron dichos pesares nocturnos,
no conocieron jamás la soledad natural
del lecho y el esfuerzo mental
por tratar de personificarla a tu lado;

el dolor de no poder recordar
la melodía sibilante de sus labios,
no sintieron jamás el dolor
lejos de algún tipo de ritual poético;
dicen: el dolor que causa mi amor por ti
quema como el hielo
y se equivocan: el amor funde el hielo
en su calor pasional.


Desde que recorrió mi interior el dreri andaluz
ha expirado de mí todo tópico amatorio,
se
des
  bor
     da
 todo lo que cupo en mí

y te ama,
 no como la gente adulta dice amar

sino de verdad.



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