En ocasiones me gustaría que mi cara fuese como un palíndromo. Perfectamente simétrico, sin margen de error. Quizá con algún ligero desnivel, pero nada destacable, sólo para que se notara el efecto de la naturaleza. A veces tengo estos pensamientos. Los clasifico como de tipo “fugaz”, pues son efímeros en mi mente. Aunque nunca estoy seguro de cuándo un pensamiento es fugaz y cuándo no. ¿Existirá el tiempo en la mente? Porque si es así estoy condenado a la eternidad de la primera persona del singular.
Escucho alaridos en mi cabeza. Llega alguien, toca la puerta y luego dice toc, toc. Y yo no digo quién es, porque ya lo sé. Aunque es extraño, luego se reproduce un diálogo. Lógicamente es como si sólo hablara yo, pero me imagino lo que el otro interlocutor diría. Toc, toc; adelante, pase; disculpe, ¿tiene tiempo para que le hable Del sentimiento trágico de la vida?; lo siento, pero no, estoy demasiado ocupado; ¿con qué?; pensando; ¿en qué?; en que pensamos demasiado.
Me parece que estás desvariando. Es más, creo que te has infiltrado clandestinamente en mi relato y sin avisarme. La próxima vez que incurras así te borraré y punto. ¿Hasta qué punto debería tolerar esto? Interfiere mi subconsciente en mi tarea y va y me escribe dos párrafos. Si es que nunca me deja tranquilo. Ojalá tuviera la llave del desván de mi cabeza, así podría amansar un poco a la fiera surrealista.
Ahora no sé ni a quién me dirijo, ya me ha hecho el lío, vaya. Tranquilidad, tranquilidad, estoy muy bien. Nada. No hay nada. Nada pasa por mi mente. Mi mente pasa por la la nada. La nada pasa porque le deja pasar mi mente. Yo no digo nada. La nada es al río como el todo es al mar. Las olas son el rugir viento, y todas las olas el mar. Vale, parece que ya todo vuelve a la (a)normalidad.
Camino por distintas calles con el mismo nombre. Al final siempre me encallo en la peor rue. Nunca me salgo de este sentimiento apopléjico. Soy el marino que con ojo de pez comanda el holandés letrante. Y naufrago en un mar de palabras ancladas, perdido en los versos acrósticos de un poema apócrifo.
Me duele pensar que hemos acabado con nocedades para que otros pudieran escribir en papel sus necedades. Algunos hacemos del arte nuestro juguete, pero tomándonoslo como algo muy serio. Más bien, el arte no es un juguete, sino algo con lo que se puede jugar. Aunque hay quien se empeña en jugársela al arte, con un resultado previsiblemente patético. Me desvío del tema. No digo nada.
Creo que ya sé cuál es el problema. Me abro demasiado con las personas. Y eso ha hecho que dejase el ventanal de mi subconsciente abierto. Mejor me quedo quieto y callado. Soy todo un despistado. A la mínima dejo que me dome(n). ¿Tendré algún sueño lúcido después de acabar el texto? Espero que no. Seguro que volvería a dejarme alguna ranura de mi pensamiento abierta. A parte de esto, lo más probable es que hiciera una continuación de este escrito. Así soy. A mí no me paran de escribir ni soñando. Sea aquí o en un limbo desconocido. Siempre estaré presente en todas y cada unas de las letras que un día compuse. No somos inmortales. Aunque átomos astrales nos erigieron, y eso nos hace grandes.
Ilustración de @Amarilloindio |
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