Ésta pretende dejarme dormido, mientras que mi insomnio sólo escribe sueños contigo. Le digo adiós a los postigos, no hay llaves que valgan para el candado de tu alma; sólo mi aliento pulcro podría desoxidar esa cerradura.
Ojalá pudiera aspirar el fuego de este incendio. Volver a sembrar los árboles que un día crecieron aquí (dentro), y que con éstos me dibujes tu alma; clara y transparente, cristalina y diáfana.
Mis pies sangran, y en mi puño tengo aglomerados restos de ceniza. El algodón se deshace y se abre el cielo. Las lágrimas se deslizan por mis pómulos, con los demás estigmas sin cicatrizar. No puedo caminar, porque los cristales se clavan en mis pies; si pudiera me los quitaría, pero no veo porque la niebla me anula la vista. Llueve, pero se desamoran las hojas; la sientes, pero no sabes ni de dónde salen las gotas. Si lloro, no es porque mi cuerpo se desangre.
Sino porque me he dado cuenta de que he roto tu alma.