Muy buenas, lectores ¿qué os pareció la anterior entrada? Espero que os haya gustado. Aquí vengo con un nuevo relato, espero que sea de vuestro agrado y que disfrutéis leyendo.
"¿Cuántos corazones tienes?", le preguntaron unos niños al anciano del parque. "Tengo dos", respondió. Y los críos se fueron corriendo a jugar, riéndose de aquel hombre. ¿Tenía sentido lo que estaba diciendo? No. Pero quizá sí en un sentido metafórico. ¿A qué debía referirse con "dos corazones"? Lo lógico sería que pudiera llevar una doble vida. No, era demasiado mayor, aunque ¿cuándo se es bastante mayor?
"¡No lo sé!", me dije, "Ni quiero saber nada". La cabeza me estaba dando vueltas.
Antes creía que tener dos corazones supondría el alargamiento de la vida, tener un órgano de repuesto. Creí que eso sería lo mejor, pero no es así, ¿por qué? Tener dos corazones supone arriesgarse a que te lo partan por duplicado. A morir dos veces.
Yo también creo que tengo dos corazones. Uno es carnoso y bombea sangre, mientras que el otro solamente bombea historias. Leyendas desde una anticuada máquina de escribir. Poemas de desamor y cuentos de musas incorpóreas. De tragicómicas aventuras y de sucesos indagadores.
¿Y sabéis? Realmente es muy paradójico que, pese a no tener esos dos corazones físicos, éstos me estén matando por dentro.
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