Apareces
cada vez que cierro los ojos,
aprovechas cada
instante de oscuridad
invadiendo mi cuerpo y
asediando las murallas de mi corazón,
hasta que haces de mí un gálata moribundo.
Conviertes besos que soñé
en dentelladas,
dejándome
la piel
en carne
viva
y matándome
al mismo tiempo.
Solo tú
me arrebatas el aire.
Solo tú
provocas que hiperventile.
Y todavía arden
los arañazos que
dibujan mi espalda,
y todavía siento
tu lengua viperina
libando mis lágrimas.
Mientras tú corroes todo lo que soy
con tu hiedra
y tratas de retenerme
entre las sábanas empapadas,
mi vacío abraza su existencia
y mis ojos buscan la poca luz que en ellos quedan.
En el cráter
de la desesperación
donde me has hundido
he encontrado otra parte mí.
No pienso escuchar más voces que la
mía.
Egon Schiele, Tote mutter |
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