Sustituimos la lira por el rumor
del río que lleva una cabeza en su caudal.
Tus ojos almendrados
por mi mirada amedrentada.
¿Qué nos ha pasado,
oh, hija de Euterpe?
¿Es que te has cansado
de morderme dulcemente
con tu canto?
El auspicio me revela
la necesidad urgente de un óbolo.
Serapis ha dejado
coagular mis heridas
y el alma me pesa
más que el corazón
o la pluma de un juicio
que ya he perdido.
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