sábado, 1 de octubre de 2016

Alaridos de desaliento

Aparecióseme la mala suerte
escondida en un pastel,
en su acre sabor no quise reparar
¿quién pudo alguna vez engañar
al taimado Lucifer?

Sobre llantos y desesperación
se regocija en mi desgracia,
sobre sofismos e ilusiones
cubre sus falacias.

Pervierte a los humanos
y se torna en su falso salvador,
¿qué guardián nos librará
de la falsa verdad?
¿Quién desmantelará el velo
del impío protector de la humanidad?

Símbolos parejos,
vetustas lenguas
revelaron futuros
inherentes al presente.
Símbolos parejos,
¿el dólar o el tridente?

Tantos son sus nombres que se ha vuelto innombrable;
falso pastor del rebaño, dómine inmerecido del trigésimo tercer escaño.
Díctanos un íncubo que cohabita con el capital,
entonces ¿por qué te preguntas aún cómo se podría llamar?

El diablo es ojizarco, se nutre de vagidos
y se vanagloria en nuestra nescencia.
Padre y Señor de remotos sátrapas,
ejerce la dictadura de la Avispa
contra los Tábanos.

Corazón necrorromántico y experto
en ardides nefarias.
Se regodea de que en cuanto a conciencia
vivamos en periodo de lactancia.
En Occidente estamos sometidos
a una serpiente con labia,
en Oriente aún pagan
las taras de nuestra democracia.

Seduce nuestras almas; las cubre de dinero,
nos condena a una interminable ablepsia;
vulgo amordazado, en la Tierra su dominancia
debería ser apátrida.

A sabiendas de nuestra negativa resistencia
dime hijo de Gea,
¿por qué no te rebelas?



Gustave Doré, La divina comedia.