ha abandonado por entero la alegría,
es decir el mundo
se ha vuelto mortal.
tal vez yo no vuelva a ser feliz
solo tal vez,
pero a decir verdad
siempre me consideré mortal.
hay que romper los espejos
que moran
en nuestra memoria.
hay que romperlos,
para que no se reflejen en ellos
fantasmas del pasado.
hay un foso oscuro
en mi memoria
una circunferencia negra y profunda
que atraviesa perpendicularmente mi cabeza.
en lo profundo del charco de mis recuerdos
solo queda un poso: la eternidad y su rostro.
Gustave Caillebotte, «The Yerres, rain» |