cuando las noches frías
se tornan infinitas y solitarias
guardo muy dentro de mí
una bandera blanca
el mejor cojín donde descansar:
el recuerdo de verte dormida,
suspirando levemente
como si me acariciase una leve brisa
mientras navego por un mar bravío.
y aunque las olas sean fieras y sacudan mi nave
me siento protegido al recordar tu abrazo;
como si bogase ahora en una balsa de aceite.
este recuerdo que me sumerge
y me hechiza a mí mismo,
era magia para todos prohibida
menos para mí.
añoro no tener que dormir,
pasar las noches en vela
y así seguir viéndote
aunque no me creyeras,
la más bella del mundo.
Henri Toulouse-Lautrec |